12 dic 2012

Aparición


No había  notado el clima acondicionado del bar hasta que no abrí la puerta y el calor bochornoso de la noche me dio un golpe en todo mi cuerpo. Cuando fui a sentarme en el coche para regresar a casa pensé en lo larga que se me haría sin poder dormir. El calor, el efecto del alcohol y las vueltas y vueltas de los pensamientos en mi cabeza no me dejarían conciliar el sueño. Ya conocía mis costumbres cuando tenía uno de mis momentos tendentes al abatimiento. Dejé la cazadora en el coche y me dirigí a dar un paseo por la orilla del lago.
Esa noche calurosa había sacado a las gentes de sus casas buscando la suave brisa que llegaba desde el centro del lago. Se notaba que muchos de ellos habían venido de la gran ciudad. Sus ropas señalaban que no habían demorado su regreso a casa después de una dura jornada de trabajo. Sus ropas eran cómodas. Casi todos iban vestidos cortados por el mismo patrón. Chanclas, bermudas y camiseta de tirantes. Todos parecían alumnos de alguna, y poco distinguida, universidad de verano. Tanto veraneante de ciudad me estaba produciendo cierto agobio. Preferí más soledad, por eso mis pasos fueron acercándome más a la cercanía del agua donde lo único que llegaba eran las voces lejanas. Voces que parecían acunar mis pensamientos hasta convertirlos en razonamientos serenos.
¿Por qué me encontraba tan insatisfecho? ¿Por qué mi vida había transcurrido de aquella manera? ¿Qué pecado había cometido para tener tanto castigo? ¿Qué estaba limitando mi vida? Me creía inteligente y conocía a muchos tontos que tenían una vida mucho más completa que la mía. ¿Por qué me sentía tan vacío?
El reflejo de la luna en el agua acompañaba mi caminar. Ensimismado en esos pensamientos parecía perdido en mi propia soledad. El aturdimiento, provocado por el alcohol, había disminuido. El auto aislamiento que había elegido me había sentado bien. Había sido un paseo reflexivo con mi mirada fijada sobre mis propios pies. No podía calcular cuánto había andado pero al levantar la cabeza me di cuenta que faltaban apenas unos metros para llegar al embarcadero.
Paré en seco y me puse en estado de alerta al descubrir una silueta humana sentada en una de las barcas. La noche estaba clara y la luz de la luna me permitió observar que era una silueta de mujer. La distancia todavía no me permitía advertir muchos más detalles pero sí, el saber que era mujer, sirvió para que la alerta inicial disminuyese. Su figura en las sombras resultaba agradable y se podía adivinar un cuerpo bien formado en ella. En otras circunstancias mi condición de hombre hubiera prevalecido pensando en el morbo de una nocturna y rápida aventura. El lugar también predisponía a ello. Me recordé que no quería ningún tipo de relación, por muy corta que fuera, con ninguna mujer. Me reprendí a mí mismo por el hecho de haberse pasado ese pensamiento por mi cabeza.
-          No se asuste señor Marqués. – Esas palabras con acento extranjero pero con tono suave y amable llegaban desde la posición de aquella  mujer. Y ahora había cambiado mi estado de alerta por el de sorpresa. Ni su voz ni su silueta las podía reconocer. ¿Cómo era posible que aquella desconocida pudiera conocer mi apodo?
De nuevo su voz rompió el silencio de la noche distrayéndome de mi pensamiento.
-          Acérquese sin miedo. No voy a morderle ni a hacerle ningún mal. –  Pude adivinar el blanco de sus dientes detrás de la sonrisa afable y afectuosa que me dirigió.
-          ¿Quién es usted? - Quise saber. Aunque su sonrisa me hizo más receptivo mi voz en ese momento no mostraba ningún signo de amabilidad.
-          No tengas miedo. – Volvió a repetir. Ahora se atrevía también a tutearme.
-          No me asusta. – Quise seguir guardando las distancias. No ababa de entender tanta cercanía por su parte.
No dijo nada. Únicamente extendió su brazo e hizo un gesto pidiéndome otra vez que me acercara. Me estaba pareciendo que esta mujer o era una atrevida o tenía mucho que aprender de los hombres solitarios.
-          Por favor. – Insistió, con ese tono de voz que seguía siendo cariñoso y con gesto en su rostro mezcla de dulzura y amabilidad.
 
Me quedó clara una cosa. Esta mujer tenía ya mucha experiencia como para que tuviera que aprender nada sobre los hombres, solitarios o no.
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.