Entramos en el mismo bar en el que habíamos estado un par de
horas antes. El camarero ya conocía de las costumbre de Lú pues nada más la vio
aparecer en el umbral de la entrada se dispuso a preparar lo que ella iba a
tomar. Un capuccino cremoso. Pedí otro igual y nos fuimos a sentar.
-
Ya conozco algunas de las cosas que prefieres. –
Me dijo mientras me dirigió a una mesa tranquila al fondo del local.
-
Sí, juegas con ventaja.- contesté queriendo
dejar claro que eso no me resultaba nada cómodo. No me gustaba la situación.
-
No es mi intención estar en ventaja. – volvió a
engatusarme con su sonrisa. – mira, la cuestión es que quiero ayudarte.
Aquello no hacía que me sintiera mejor. No podía entender
como una desconocida, que sabía cosas sobre mí, quería ayudarme ¿Qué interés
tenía en mí?
-
No tengo ningún interés personal en ti. –
contestó como si me hubiese leído el pensamiento.
Pese a estar muy confundido lo sorprendente era que estaba
muy tranquilo. Me seguía transmitiendo bondad. Muy en el fondo sentía dentro de
mí que esta mujer no estaba aquí para hacerme ningún daño.
Mientras el camarero nos servía nuestros cremosos
capuccinos, con unos corazones dibujados en su crema, ella continuó en voz baja
y tranquilizadora.
-
Necesitas confiar en mí, Marqués. – el camarero
me miró de reojo con un gesto medio cómplice y medio burlesco.- sé que la
confianza es una flor delicada que no surge en ti con las personas con la misma
facilidad como te surge con los caballos.
La referencia que hizo a los caballos me llamó la atención.
Ella lo notó.
-
Somos compañeros de trabajo. No hay más
misterio.
Se rio entre dientes y me empezó a contar. También se había
incorporado de vacaciones. Había llegado a la hípica hacía ya cinco años. Desde
niña había crecido entre caballos lo que hizo que estudiase etología equina. El
comportamiento del caballo le entusiasmaba y seguía sorprendiéndose diariamente
con él. También había estudiado psicología. Había unido ambas cosas para hacer
de ellas su forma de ganarse la vida.
-
¿Qué mejor que te paguen por hacer lo que te
divierte? – me preguntó dibujando de nuevo su sonrisa.
La hípica la contrató como colaboradora para unos cursos de
coaching con caballos. Ella tenía los conocimientos adecuados para hacerse
cargo de la dirección de los mismos. Ya lo hacía en diferentes hípicas del
país. También le gustaba viajar.
-
Bien Marqués. – continuó diciéndome como dando
por terminada su historia en la hípica, la que pensaba que yo tenía que
conocer. – trabajando en la hípica he oído hablar sobre ti. La verdad, sólo de
esas cosas que me contaron llegué a tenerte afecto. Cuando se empezó a hablar
de tu regreso me alegré con la idea de poder llegar a conocerte. Hoy te he
observado y sé que no lo has pasado muy bien.
-
Me resulta extraño. – dije sincero. – que yo no
me haya fijado en ti.
-
Bueno. – me contestó con ese tono dulce en su
voz al que ya me iba acostumbrando. - estabas en tus cosas. Por la mañana con
tus caballos y por la tarde.- esbozó otra de sus sonrisas.- sólo tú lo sabes.
Sí, yo lo sabía pero no tenía la más mínima intención de
hablar sobre ello.
Ya habíamos terminado nuestros capuccinos. Pagamos y salimos
del bar.
-
Marqués, mañana nos vemos. – tomó mi mano y
continuó.- gracias por empezar a confiar.
Quedé pensativo mientras la veía cruzar la calle y
desparecer tras la primera esquina. Me dejó una sensación placentera que
parecía recorrer todo mi cuerpo. Mis pensamientos me decían que esa sensación
la tenía que frenar. No era buena para mi corazón.